¿Viste cuando elegís un partido político sin ninguna clase de convicción ideológica y/o teórica pero igual elegís uno para convencerte y convencer a los demás que la democracia debe de tener algún sentido (aunque toda tu vida te floreaste por ahí llamándote “apolítico”)?
¿Y viste cuando lo elegís aduciendo que lo haces porque no son corruptos como los que ya están?
Bueno. Entonces puede pasar que te quedes sin candidato de un día para el otro…
(Si es que sos coherente con el pobrísimo pensamiento político que tenes).
No necesariamente los sectores populares que mejoran su situación socioeconómica y cultural gracias a la acción de los gobiernos progresistas y de izquierda luego lo recompensan con su voto, y en la Argentina del pasado domingo esto fue muy elocuente. Hace tiempo que hemos venido advirtiendo que, ante la ausencia de una sistemática labor concientizadora y de formación ideológica –la célebre “batalla de ideas” de Fidel- el boom de consumo no crea hegemonía política sino que termina engrosando las filas de los partidos de la derecha.
Dado lo anterior, revertir lo ocurrido en la primera vuelta electoral aparece como una empresa muy difícil aunque no imposible. Habrá que intentarlo, para evitar que la Argentina sea la punta de lanza de un proceso que, ahora sí, podría ser el inicio del “fin de ciclo” progresista en la región, algo que hasta hace unos pocos días parecía poco probable. De hecho, si el candidato del kirchnerismo es derrotado en el balotaje sería la primera vez que un gobierno progresista o de izquierda es vencido en las urnas desde el triunfo inaugural de Hugo Chávez en diciembre de 1998. Hasta ahora, todos esos gobiernos fueron ratificados en las urnas y sería lamentable que la Argentina rompiera con esa positiva tendencia. Tenemos una responsabilidad regional de la cual no podemos sustraernos: una victoria de Macri sería un golpe mortal para la UNASUR, la CELAC y el mismo Mercosur. Además, la Argentina se realinearía incondicionalmente con el imperio y este redoblaría su ofensiva en contra de los gobiernos bolivarianos, cada vez más privados de apoyos externos. Como latinoamericano y marxista no puedo ser indiferente ante la amenaza que representa un eventual gobierno de Macri que se uniría de inmediato a Álvaro Uribe, José M. Aznar y sus mentores norteamericanos en su pertinaz cruzada para erradicar de la faz de la tierra al chavismo, a los gobiernos de Evo y Correa y para propiciar el “cambio de régimen” en Cuba. Es decir, para liquidar definitivamente todo rastro de antiimperialismo en América Latina. Nadie situado genuinamente en la izquierda política podría contemplar distraídamente esta posibilidad ni dejar de hacerse cargo de enfrentarla con todas sus fuerzas. Desgraciadamente, llegados a este punto, no tenemos mejores opciones que la de apoyar al FPV para aventar el riesgo de un mal mayor, sabiendo empero que si lográsemos triunfar en este empeño tendríamos que darnos de inmediato a la tarea de construir una verdadera alternativa política de izquierda porque el kirchnerismo, con sus aciertos, sus errores y sus limitaciones ideológicas, no lo es y no puede serlo.
¿Podrá Scioli doblegar a su contrincante en el ballotaje? Dependerá de cómo diseñe su estrategia de campaña para estas semanas. Los dos debates con Macri pueden ser la llave del triunfo, si es capaz de pasar a la ofensiva y demostrar que tras la vaguedad discursiva de su oponente se esconde un brutal programa de ajuste. Pero no le bastará con eso. Tendrá también que dejar de circunscribir su discurso a la defensa de la obra del kirchnerismo (algo para lo cual la presidenta Cristina Fernández no necesita ayuda porque lo hace infinitamente mejor que él), definir nuevas prioridades y salir con propuestas concretas en materia económica, social, cultural e internacional que le permitan persuadir a la opinión pública que podrá ser el presidente que comience a hacer todo aquello que el kirchnerismo, en otros momentos, reconocía que aún restaba por hacer y no hizo. Y que lo diga con convicción, sin pedirle permiso a nadie ni esperar la palmadita afectuosa de la Casa Rosada. Es una tarea difícil pero no imposible. Enfrente suyo no tiene a un De Gaulle o un Churchill sino a un insulso producto de un astuto marketing político, apoyado por el aparato publicitario de la derecha imperial. Difícil, repito, pero lejos de ser imposible. Ojalá que le vaya bien porque, aunque algunos se empeñen en negarlo, en este balotaje también se juega el futuro de los procesos emancipatorios y de las luchas antiimperialistas en América Latina.
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