domingo, 24 de agosto de 2025

¿Atrasamos o adelantamos? El debate por el cambio de hora en Argentina vuelve al centro de la escena

 La discusión sobre qué hora debería marcar los relojes de los argentinos ha resurgido con fuerza. Un proyecto de ley que propone modificar el huso horario nacional recibió media sanción en la Cámara de Diputados y ahora aguarda su tratamiento en el Senado, reavivando un debate que contrapone el ahorro energético y el bienestar con la costumbre y la organización de la vida cotidiana.

La iniciativa, impulsada por el diputado radical Julio Cobos, plantea un cambio significativo: atrasar los relojes una hora durante los meses de otoño e invierno, pasando del actual huso horario UTC-3 al UTC-4. De aprobarse, esta medida buscaría alinear de manera más natural la jornada laboral y escolar con la luz solar.


Las claves del proyecto

El núcleo de la propuesta es adoptar el huso horario UTC-4 como el estándar para los meses más fríos del año, aproximadamente desde el primer domingo de abril hasta el primer domingo de septiembre. Durante la primavera y el verano, se facultaría al Poder Ejecutivo a mantener el UTC-3, reinstalando así el "horario de verano" que Argentina abandonó de forma unificada en 2009.

El principal argumento de los impulsores es que Argentina vive en un "desfase horario". Geográficamente, gran parte del territorio nacional se corresponde con el huso UTC-4. El horario actual (UTC-3), adoptado de manera permanente hace más de una década, provoca que, especialmente en las provincias del oeste, el amanecer ocurra muy tarde en invierno, obligando a que gran parte de la población inicie sus actividades en plena oscuridad.


Voces a favor y en contra

Quienes apoyan la medida sostienen que sus beneficios serían múltiples:

  • Ahorro energético: Al aprovechar más la luz natural por la mañana, se reduciría el consumo de electricidad en hogares, escuelas y el sector público.

  • Mejor rendimiento escolar: Especialistas argumentan que comenzar la jornada escolar con luz solar mejora la atención y el desempeño de los estudiantes, al sincronizar su reloj biológico.

  • Salud y bienestar: Adecuar la hora oficial a la hora solar podría tener efectos positivos en el estado de ánimo y la salud general de la población, al alinear los ritmos circadianos.

Sin embargo, no todas son voces de apoyo. Diversos sectores han planteado sus reparos, centrados en las posibles complicaciones:

  • Actividades vespertinas: Anocheceres más tempranos en invierno podrían impactar negativamente en el comercio, la gastronomía y las actividades sociales y deportivas que se realizan por la tarde.

  • Costumbres arraigadas: La sociedad argentina lleva años organizada en torno al huso UTC-3, y un cambio podría generar un período de confusión y adaptación en la coordinación de horarios laborales, de transporte y personales.

  • Debate sobre el ahorro real: Algunos expertos cuestionan si el ahorro energético matutino no se vería contrarrestado por un mayor consumo durante la tarde-noche.


Un historial de cambios

Argentina tiene una larga historia de idas y vueltas con su horario. A lo largo del siglo XX, el país alternó entre los husos UTC-4 y UTC-3, aplicando horarios de verano de manera intermitente para hacer frente a crisis energéticas. La última vez que se implementó un cambio de hora a nivel nacional fue en el verano 2008-2009. Desde entonces, todo el territorio se rige por el UTC-3, con la excepción de algunas provincias que en ocasiones han adoptado horarios distintos.

Ahora, con el proyecto en manos del Senado, la decisión final está más cerca. Los legisladores deberán sopesar los argumentos técnicos, científicos y sociales para determinar si los relojes de los argentinos volverán a cambiar al ritmo de las estaciones. La pregunta sigue en el aire: ¿estamos listos para un nuevo cambio de hora?


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