El partido de vuelta por los octavos de final de la Copa Sudamericana entre Independiente y la Universidad de Chile fue suspendido anoche en el Estadio Libertadores de América-Ricardo Enrique Bochini, debido a graves incidentes protagonizados por ambas hinchadas.
Lo que prometía ser una fiesta del fútbol sudamericano, se convirtió en una batalla campal que dejó como saldo varios heridos y una mancha imborrable en la historia del certamen.
Los hechos
Los problemas comenzaron a gestarse en el primer tiempo, cuando desde la tribuna visitante, ocupada por los hinchas de la "U", comenzaron a arrojar proyectiles y butacas hacia la parcialidad local. La situación se tornó insostenible cuando, en el segundo tiempo, un grupo de barrabravas de Independiente ingresó a la tribuna visitante, desatando una cacería humana que dejó imágenes escalofriantes.
Ante la falta de garantías, el árbitro uruguayo Gustavo Tejera decidió suspender el encuentro a los 48 minutos, con el marcador empatado 1 a 1.
Consecuencias
La Conmebol repudió los hechos de violencia y anunció que el caso será derivado a los órganos judiciales de la entidad para determinar las sanciones correspondientes. Se espera que ambos clubes reciban duras multas y la posible clausura de sus estadios.
Por su parte, el presidente de Independiente, Néstor Grindetti, culpó a la dirigencia de la Universidad de Chile por la violencia vivida en Avellaneda, mientras que desde el club chileno lamentaron lo sucedido y se pusieron a disposición de las autoridades para colaborar con la investigación.
Un llamado a la reflexión
Este lamentable episodio nos obliga a reflexionar sobre la violencia en el fútbol y el rol que cumplen las dirigencias, los organismos de seguridad y los propios hinchas para erradicarla. El fútbol debe ser una fiesta y no un campo de batalla.
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